miércoles, 25 de febrero de 2009


Poema Hombre adentrado en el bosque
de José Watanabe


Está sentado sobre un pino caído.

Entre el balanceo de los árboles observa el espejear

de la esfera de aluminio

que corona la torre puntiaguda del Pabellón del Cáncer.

Difícil símbolola esfera.

El hombre baja la mirada.

Su alrededor es más amable:

los pétalos de la 'Cati en Llamas' parecen crepitar en el verdor

de la yerba,

un insecto que sería avista si no fuera tan azul

taladra su nido en un alerce. Y también mariposas.

No hay pájaros, tal vez el indicio de una posible tormenta.

Es el inestable tiempo de entre estaciones.

Pero ahora es el sol bajando en haces que se pierden el el humus.

Un haz no se pierde,

incide en un pequeño charco de lluvia.

El charco refulge y la raíz próxima de un pino se esfuma.

Y asimismo

y completamente

desaparece un conejo blanco que de huida salta al centro del

agua fulgurante.

Y esperándolo y no viéndolo más, el hombre pregunta:

'¿Y si la luz lo ha llevado a otro planeta

y el conejo, ya animal de otra sustancia, corre contento

sin haber padecido el rigor de trampa, cuchillo, escopeta, zorro,

enfermedad u otro modo

de la muerte?

'('Oh Señor, no es de la muerte que quiero huir sino de susterribles modos')

Ya no es amable su alrededor.

El viento del tiempo inestable desciende violento.

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